viernes, 5 de septiembre de 2014

Nación y Estado

Desde este blog no pretendemos ampliar los análisis sobre el tema de la nación y el Estado, puesto que ya cuenta con una bibliografía importante. Para acotar este tema confuso me serviré de estas definiciones del diccionario de la RAE:

Nación

3. f. Conjunto de personas de un mismo origen y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común.

Estado

5. m. Conjunto de los órganos de gobierno de un país soberano.
Desde el catalanismo, y más ahora con el soberanismo, siempre se ha diferenciado entre nación –catalana- con su lengua propia, su historia, indiosincrasia etc,- y Estado –español- estructura jurídica que gobierna al pueblo. Desde el lado unionista se habla de la nación española, algunos historiadores la remontan a la hispania romana, otros a la Reconquista, otros al matrimonio de los Reyes Católicos... la cuestión es que consideran España una nación que engloba diversos pueblos, regiones, etc.
La Teoría Integral habla de realidades individuales y colectivas, y también interiores y exteriores (objetivas). Esto nos proporciona lo que denomina los cuatro cuadrantes
Desde ese mapa podemos situar a la nación dentro del cuadrante inferior izquierdo y al Estado en el inferior derecho. El inferior izquierdo se refiere a que todo yo (superior derecho) forma parte de un “nosotros”, una conciencia grupal intersubjetiva, en un sentido más amplio, una cultura. El “nosotros” también tiene una faceta exterior en el inferior derecho, una dimensión social con formas de conducta exterior que se pueden estudiar objetivamente con ciencias como el derecho, la sociología y más. La visión evolutiva de la Teoría Integral dice que el inferior izquierdo, la cultura, el “nosotros” se expande desde lo egocéntrico (“yo”) a lo etnocéntrico (“nosotros”) a lo mundicéntrico (“todos nosotros”). Esta expansión de la conciencia grupal facilita la expansión de los sistemas sociales del cuadrante inferior derecho: de los grupos tribales a las naciones y de ahí a los sistemas globales.
El proceso soberanista está levantando grandes pasiones entre sus partidarios y sus detractores. Por eso sostenemos que en esta controversia hay todavía activa una gran sombra colectiva. La sombra se refiere a las partes del yo –personal o colectivo- que no se han hecho conscientes porque llevaría a la desagradable experiencia de ver que el yo real no coincide con la imagen del yo construido. Cuanto más ideal y fantástica es la imagen que se erige de si mismo, con más ahinco luchará para evitar los sentimientos de desengaño, decepción o cosas peores que surgirían al romperse esa imagen. La psicología estudia los mecanismos de defensa –proyección, negación, racionalización…- que usa el sujeto para no tener que tomar contacto con esos aspectos dolorosos que la sombra inconsciente trata de ponerle delante.
Estos mecanismos de defensa también se dan en el sujeto colectivo. La proyección es de los más típicos en política: “vosotros sois los malos, violentos, corruptos, ladrones…” –y cuanta más violencia o codícia no reconocida tenga en mi mismo, con más pasión necesitaré denunciar a los violentos o codiciosos que encuentre enfrente mío. El grado de proyecciones que está generando el proceso soberanista me deja asombrado, si tuviera más tiempo podría dedicarle una sección diaria.
Según la Teoría Integral, el Estado es un tema colectivo exterior, objetivo. Lo que viene a proponer el soberanismo es una reorganización del Estado para que el gobierno de Catalunya tenga su propio ministerio de exteriores, defensa, hacienda y competencias exclusivas en los que ya tiene, subsumido bajo la Unión Europea. Este proceso político será viable o no, lo veremos los próximos meses. ¿Por qué tanta pasión por ambos lados? La pasión viene por el lado de la nación, no del Estado. ¿Qué es una nación? ¿España es una nación? “No. Lo es Catalunya” responden unos. ¿Catalunya es una nación? “No. Lo es España” responden los otros.
La conciencia etnocéntrica Azul/Ámbar se identifica con “mi grupo”. Negarle esa identidad es una experiencia terrible. Esa identidad etnocéntrica se puede negar e incluso aniquilar por la fuerza, como se ha visto tantas veces en la historia: “Convertiros a nuestra religión u os cortaremos el cuello por infieles” “No sois tibetanos, sois chinos” “no sois saharauis, sois marroquíes…”. Esa identidad también puede quedar negada no por un acto de fuerza sinó porque se resquebraja la imagen que uno había construido y con la que se identificaba. Esto es lo que hacía Sócrates con sus interlocutores, que los dejaba descolocados; O Jesús con los más “buenos y puros”, los fariseos. En lo colectivo, se dice que a los EEUU se les rompió su autoimagen de “los mejores”  en los 60 con el asesinato de Kennedy y con sus atrocidades televisadas de la guerra del VietNam. Sea por un acto de fuerza externa, o sea por una evolución interna, la rotura de la imagen con la que se ha construido la identidad es una experiencia dolorosa, y se invierte mucha energía para evitar tal experiencia. La jerga integral llama “desidentificación” a este proceso de evolución interna, previo al trascender e incluir en un estadio evolutivo superior.
Los partidarios de la “Nación Española” evocan los siglos de esfuerzo que ha conllevado construirla. Creo que tienen toda la razón, y por ahí se puede entender su pasión en defenderla y su angustia ante la amenaza de su rotura. Sin embargo no recogen para nada que esos “siglos de esfuerzo para construirla” incluyen un pasado de violencia, de crimen y de negación de lo diferente que tiene poco parangón en la historia europea, a pesar del historial sangriento con el que también se construyeron otras naciones europeas. El esfuerzo y la energía por negar ese pasado criminal es descomunal. De ahí también la infatigable tarea de proyección. Cuando hace un par de años el proceso soberanista cogió vuelo, el asombro de los medios unionistas fue tal que al principio sólo supieron calificar los soberanistas de “locos” o “nazis” para arriba. Curiosamente, esos partidarios de la Nación Española se denominan a si mismos no-nacionalistas, puesto que consideran que el “nacionalismo” es algo malo (cosa de nazis) y, por tanto, sólo “los otros” (vascos, catalanes…) son nacionalistas, los que desafían la Nación (-Estado) español. Es un buen ejemplo de proyección. Lo grave es que mientras se lanzan las proyecciones “al otro”, el diálogo para llegar a acuerdos se vuelve muy difícil, y aún se vuelve más dificil cuando cuando las propuestas nacen desde diferentes niveles de conciencia: Azul/Ámbar, Naranja o Verde, que no saben reconocerse entre sí, tal como escribe Ken Wilber en el texto reproducido arriba a la derecha.

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